jueves, mayo 24, 2007

Vecina Día Uno

Me levanté como de costumbre, bajé del edificio, en la tienda de la esquina compré el periódico, leí la nota roja en el lapso de tiempo que hizo el camión de la colonia hasta mi trabajo, bajé en la esquina antes de mi oficina y compré flores.

Quiero un par de esas rosas, tres más de aquellas y un tulipán, éste último porque me recordaba a mi madre, unas margaritas y póngales adornos, son para una oficina.

Recuerdo ése tulipán que tenía bajo la escalera la casa de mis padres y que al final se secó porque no le daba mucho el sol. Continué mi camino y llegué temprano, puntual como siempre, eso me había valido ganar en varias ocasiones el premio que otorgaba la oficina a la puntualidad constante.

Al entrar, vi a mi secretaria Lucía, lucía más bella que otros días, antes no la había tomado en cuenta, pero ahora, era imposible no ver aquellas hermosas piernas que asomaban como curiosas bajo su escasa falda color blanco. Se levantó a saludarme, me dio un beso en la mejilla y alcancé a percibir el olor que despedía su perfume, era Tommy, luego me lo dijo y sensualmente giró sobre sus tacones y meneó un poco las caderas antes de sentarse otra vez. Pude observar que se la notaba la tanga.

Con el pensamiento turbado entré a mi oficina, por el teléfono pedí que me llevara café y unas galletas. Media hora después le pedí que entrara a mi oficina a tomar un dictado. Esto de ser el hijo del dueño de la empresa tenía sus ventajas, mi padre había querido que yo viviera aparte, para que adquiriera cierta responsabilidad y así fue.

Entró Lucía y me dijo que qué era lo que yo deseaba.

- Estoy a tus órdenes. Mi deber aquí, me lo indicó tu padre es atenderte y brindarte lo necesario para que tu desempeño en la empresa sea el mejor posible.
- ¿Es verdad lo que me dices?
- Sí, Sebastián, lo sabes, y sabes también que trabajo aquí porque me gustas.
- Lo sé Lucía, y también tú debes de saber que no me eres indiferente. Anda ven siéntate en mi escritorio, pero antes por el seguro a la puerta.

Lucía puso el seguro a la puerta, cerró las persianas y casi levitando para no hacer ruido se acercó hasta el escritorio, volteó el cesto de basura, y lo usó como escalón para poder subirse al escritorio. Ya sentada en él, se acercó hasta quedar exactamente frente a mí.

- Creo que tu falda te incomoda, le dije, permíteme quitártela para que estés más a gusto.
- Adivinaste, y yo creo que a ti esa corbata no te deja respirar.

Ambos se quitaron esas prendas y platicaron un momento, Sebastián se levantó, pasó sus brazos alrededor del cuello de Lucía y lentamente las fue deslizando hasta llegar a la altura del sostén, lo desabrochó con la mano izquierda mientras al derecha siguió bajando hasta encontrar la orilla de la blusa para comenzar a subirla.

Ese era el primer encuentro que tenían desde que ella entró a trabajar a la empresa, pocos meses atrás, cuando una amiga (de ambos ahora) los presentó en una fiesta.

Lucía era alta, piel clara, ojos azules, pelo negro y lacio, pestañas onduladas y largas al igual que sus piernas, manos delicadas, uñas propias y suficientemente crecidas como para poner la piel de gallina con un roce, no se teñía el pelo y eso le fascinaba a Sebastián, vestía siempre a la moda de la temporada y aunque no estuviera trabajando, siempre se veía bien.

- Lucía, quítate la blusa y ten cuidado de no estropear tu peinado.
- Sebastián, quítame los zapatos y ten cuidado de que al caer al suelo no hagan ruido.

Ambos se despojaron lentamente de aquellos trozos de tela que ocultan el cuerpo. Él, joven y atlético; ella además de joven, tersa y delicada. La levantó un poco de la cintura y con una mano le quitó sus breves calzones. La habitación empezó a llenarse de un olor que excitaba, ella estaba muy mojada, había anhelado tanto ese momento que ahora no podía creer que por fin estuviera sucediendo. Ahí estaba, junto al hombre que tantas veces había deseado y en igual número llamado en sueños.

1 comentario:

Sabes que conmigo no dijo...

hola vecino
espero que estes bien
feliz nuevo blog!!!!!!!!!!