miércoles, septiembre 05, 2007

Aún sin título hasta que lo termine se lo pondré

Tomó la silla de la sala de su casa y la llevó hacia la puerta, como todos los días, con cuidado la sacó y regresó a su casa, prendió el estereo y puso el disco del tributo de las mujeres a Joaquín Sabina, le encantaban las canciones "por el boulevard... y nos dieron las 10..." las repetía y saludaba a la gente que caminaba por la banqueta sin prestarle mucha atención al chico de la tienda de enfrente. Él, obsesionado con ella, le pedía a su padre le diera permiso de ayudarle con la tienda justo a la hora en que sabía que la podía ver ahí, tan cerca pero a la vez tan distante. Unos metros los separaban y a la vez los unían en ese rito que llevaban a cabo todos los días.

Ella, sin estar atenta pero sabiendo que la observaba, le gustaba sentirse observada, admirada, deseada, en ocasiones salía con una falda muy breve y cruzaba en repetidas ocasiones las piernas cuando notaba que él la miraba con más intensidad.

Él, con un lápiz en mano, atento a todos los movimientos que ella realizaba, la dibujabda, todos los días, hacía bocetos y más bocetos, los juntaba y los mandaba encuadernar, era una obsesión enfermiza por tenerla, la deseaba, pero no sexualmente, sino por el puro deseo.

Llegó el día en que no se conformó sólo con mirarla en las tardes, ahora la espiaba cuando se iba a la escuela, cuando regresaba, cuando iba a los mandados de su madre, a todas horas, siempre que podía. No iba a la escuela por que eran vacaciones y estaban a punto de terminar.

Creó un plan para poder llevar a cabo aquello que tenía pensado desde que la observó por primera vez, primero se atrevería a atravezar la calle y hablar con ella, después cuando se ganara su confianza haría hasta lo imposible por lograrlo.

Ella era alta, la piel clara ojos grandes y nariz fina, pelo largo sin teñir y unas piernas muy largas, le gustaba arreglarse para cualquier cosa y para ninguna.